Más allá de la explotación a la psicología y la neurofisiología de los usuarios jóvenes estadounidenses para que pasen cada vez más tiempo en los medios sociales, la verdadera crisis reside en tres poderes: los modos de producir noticias falsas, la economía de la atención y la nueva palabra en el lenguaje político
"...la razonabilidad está estrechamente relacionada con la civilidad": Michael Lynch
Haga click para ampliar imagen |
Ya no es noticia que a través del Tribunal de Distrito una circunscripción escolar de Seatle (Washington, USA) demandó a los gigantes tecnológicos norteamericanos Instagram, Facebook, YouTube, Snapchat, Google −con su empresa matriz Alphabet− y TikTok −junto a su empresa matriz ByteDance− de China por “daños a la salud mental en los estudiantes adolescentes” como depresión, ansiedad, trastornos alimenticios y ciberacoso.
Los denunciantes fueron funcionarios de las escuelas públicas del noroeste de Washington. El fundamento de la demanda sería la dañina actividad tecnológica consistente en explotar “la psicología y la neurofisiología de los usuarios para que pasen cada vez más tiempo en las plataformas causado una crisis de salud social, emocional y mental entre los jóvenes estudiantes estadounidenses”.
Como primer argumento, expusieron que la investigación ha identificado el importante papel de las plataformas de medios sociales frente a la aparición de problemas como “aumento de suicidios, intentos de suicidio juvenil y visitas a salas de emergencias relacionadas con la salud mental, que ya estaban empeorando antes de la pandemia”. Este razonamiento quizás es verdad, pues nueve de cada 10 adultos “creían que había una crisis de salud mental en Estados Unidos en la actualidad”, según la encuesta de CNN en colaboración con Kaiser Family Foundation, realizada entre 28 de julio al 9 de agosto de 2022, en línea y por teléfono a una muestra representativa de 2.004 adultos a nivel nacional.
Otra fuente autorizada como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC) muestran datos de muertes por sobredosis de droga que alcanzaron niveles récord en 2021, tasas de suicidio que volvieron a ser récord tras dos años de descenso y visitas a las salas de emergencia relacionadas con la salud mental que se dispararon 31% en 2020 entre los adolescentes de 12 a 17 años.
El segundo argumento de los denunciantes es que “cuanto más tiempo pasan los usuarios en esas plataformas de medios sociales, más publicidad pueden vender los demandados”. La cita es igualmente otra media verdad que se comprueba mediante estudios de Tommaso Venturini, investigador del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS de Francia) para Internet y la Sociedad. Su ensayo From Fake to Junk News, the Data Politics of Online Virality, publicado en 2019, discute acerca de cinco modos de producir ‘noticias basura’: económico (el establecimiento de un mercado de atención en línea); comunicacional (la socialización de una audiencia 'prosumidora'); tecnológico (el desarrollo de algoritmos del comportamiento y bots de difusión); cultural (el desarrollo de subculturas orientadas a la viralidad); y político (la técnica del trolling).
El tercer razonamiento de los funcionarios escolares se apoya en el discurso de recuento del gobierno del presidente Joe Biden ante el Congreso en 2022, al pedir a las plataformas de medios sociales “rendición de cuentas por el experimento nacional que están realizando con nuestros niños con fines lucrativos”. Asimismo solicitan a las corporaciones demandadas aportar recursos, incluidos recursos humanos, para ayudar a los estudiantes debido a que los “contribuyentes no deben soportar una carga económica por la crisis de salud mental que las empresas de medios sociales han creado… y por cuanto las escuelas públicas ya han aportado muchos recursos, incluidos más profesores”.
Controversías del conocimiento
Al respecto hay que valorar los motivos que gestan la nueva economía en pugna con la vieja economía, en primer lugar. El físico teórico, miembro del Instituto de Estudios Políticos en Washington y editor del Post-Industrial Issues, Michael H. Goldhaber, en su conferencia “The Attention Economy and the Net” organizada por la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard, decía en enero de 1997: “... si la Red lo ejemplifica, entonces podríamos suponer que la nueva economía tiene menos que ver con cosas materiales y mucho más con los tipos de entidades que pueden fluir, como la información”.
Sin embargo, la información, especialmente la que fluye dentro de la Red, no sólo es abundante, sino que desborda, nos ahoga cada día, nos llega más y más cada vez. Así que este elemento sobreabundado no sería la base posible para la nueva economía por la sencilla razón que las economías se rigen por los recursos escasos. De manera que se descarta a la economía de la información como sustento de la crisis en salud mental.
Las escuelas demandantes se auto-involucran como víctimas ya que han tenido que contratar más profesionales de la salud mental, desarrollar nuevos planes pedagógicos ante los efectos de los medios sociales y brindar capacitación adicional a los maestros. Exponen en su denuncia que “los demandados han atacado los vulnerables cerebros de los adolescentes con contenido, a menudo dañino y explotador, seleccionado y dirigido a los jóvenes, comprometiendo así a decenas de millones de estudiantes en todo el país en ciclos de retroalimentación positiva por uso excesivo y abuso de las plataformas de medios sociales”.
Este tema acerca del “contenido a menudo dañino y explotador que compromete” en segundo lugar, tiene un nombre real. Se denomina ‘política de datos’, que para Venturini es viral y está lejos de ser ‘Fake News’; para Goldhaber, ‘atención’ que se mueve a través de la Red fluyendo en dirección opuesta a la información y que es intrínsecamente un recurso escaso; y para George Orwell, es ejemplo de las limitaciones del lenguaje como instrumento del pensamiento y de cómo encontrar palabras que doten de “existencia objetiva” a nuestra capacídad de pensar.
Entonces, vamos a la médula de la crisis por partes.
Política de datos
El argumento de Venturini acerca del tema consiste en mostrar que datos y política de las noticias falsas están en el lugar equivocado. En consecuencia, cuestiona la idea según la cual las “Fake News son resultado de sofisticadas operaciones psicológicas basadas en técnicas computacionales que procesan datos de los medios sociales para destilar mensajes altamente persuasivos y enviarlos a las audiencias más sugestionables”. De manera que el problema no se trata de la división maniquea entre verdad y falsedad, debido a que los estudios de ciencia y tecnología, en el último medio siglo, han permitido aprender que aquella separación no es una oposición binaria o estática.
Los sociólogos de la ciencia, Bruno Latour y Steve Woolgar, publicaron en 1979 el libro clásico “Laboratory Life. The Construction of Scientific Facts”, donde exponen el estudio etnográfico de una investigación de ciencias naturales para demostrar que la dicotomía verdadero/falso no logra plasmar la forma en que los enunciados son solidificados por el trabajo de todo tipo de actores. La pretensión respondía las preguntas, “cómo mantener la imparcialidad, cómo subrayar la curiosidad y de qué modo relativizar las afirmaciones acerca de la forma más prestigiosa del conocimiento de nuestra propia cultura”. Por ejemplo, los medios masivos ofrecen imágenes más fidedignas talvez de lo que ocurre en un laboratorio de ciencia, pero rara vez proporcionan los datos sobre el contexto con que interpretan y dan significado a los acontecimientos.
Michael Lynch, profesor en el Departamento de Estudios de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Cornell, expuso que la verdad y la mentira remotamente se establecen por la pura fuerza de la evidencia por cuanto los hechos se construyen mediante un complejo trabajo de fundamentación de la verdad. El motivo central es el “episteme alternativo que se manifiesta en esa realidad imperial, donde los hechos ya no proporcionan la base epistémica convincente para presentar y resolver disputas”. Sus palabras fueron motivadas por la objeción pública de Kellyanne Conway, asesora del ex-presidente estadounidense 2017-2021, contra la prensa norteamericana más influyente que tituló los testimonios de las primeras cien mentiras de ese nefasto personaje. Ella expresó que no es “falsedad” sino “hechos alternativos”.
Venturini ahonda más en la controversia y expone que “muchas historias etiquetadas como noticias falsas circulan sin pedir adherencia cognitiva de quienes las difunden por la sencilla razón que sus contenidos virales están destinados a engañar a los lectores para que les crean sin ningún propósito único”. La no declaración estriba en que las publicaciones que fluyen en las plataformas de medios sociales tienen las formas de sátiras, otras ponen de manifiesto sus sesgos ideológicos, otras más son solo títulos para atraer lectores, otras son monetizables estrategias Clickbait, etc.
El núcleo de la política de datos de las noticias falsas es la apropiación de políticos de todo el mundo para describir a las organizaciones de noticias cuya cobertura ellos la consideran problemática y opuesta a sus intereses. Al respecto, Lynch expresó: “una base partidista proporciona apoyo discursivo e institucional para un universo paralelo de noticias alternativas, hechos alternativos y realidad alternativa”. Es obvio entonces la desconfianza pública indiscriminada a las palabras del gobierno, de los medios y de las instituciones, en general.
Finalmente, Venturini concluye que “las adictivas noticias basura −al comparar la noticia falsa con la comida chatarra− son peligrosas no porque sean falsas sino porque saturan el debate público, dejando poco espacio para otras discusiones, reduciendo la riqueza del debate público e impidiendo que se escuchen más historias importantes”.
Economía de la atención
Una audiencia presencial muy atenta estará cautivada según sea la escala de confianza con su interlocutor. Sea este ejemplo: retener la atención de un auditorio en una conferencia sobre física cuántica debe de ser muy deseable, infinitamente codiciable, para el físico cuántico al exponer su tesis de grado, digamos. Otra opción, sin embargo, es que también esa atención de aquel auditorio es difícil de alcanzar debido a su escasez intrínseca. La fuerza potencial impulsora de tal atención estará centrada en lo interesante, es decir, en ofrecer atención ilusoria: la que fluye del conferencista hacia la audiencia.
Ahora bien, el ciberespacio está siendo diseñado en gran medida por quienes desean un espacio para sus propios propósitos nuevos. Entonces, ¿de qué modo el contenido retiene la atención de un usuario para que se comprometa (con otro, en dar Like, en retweet, en regresar...)? Responde el propio Goldhaber que en este caso del ciberespacio, la potencial fuerza impulsora de las interacciones entre las miles de millones de personas radica en la combinación de la tecnología de Internet y los tipos de tecnología que componen el ciberespacio como el software.
La primera está moldeada por los valores de quienes la crean que aporta a su vez promoción de esos principales valores al permitir ciertas acciones y otras no. Las segundas están personalizadas por los usuarios quienes juegan el papel muy importante de decidir en qué dirección avanzará la tecnología en su conjunto. Esa acción induce a que sus propósitos y sus valores subyacentes personales estarán más orientados hacia la economía de la atención. Más simple es que mediante el muy intenso intercambio equilibrado de atención entre individuos se gesta cada conversación virtual, de lo contrario es probable que una de las partes pierda su interés. Y si alguien tiene suficiente atención −con las variedades de contenidos producidos de manera automatizada, por ejemplo−, puede obtener lo que quiera.
Adicional esta economía de la atención perpetúa la riqueza de la mente (la atención del pasado) ya que es probable volver a despertar lo que la memoria haya olvidado. Es por ello que cuando Google fue demandado se estableció por primera vez, en mayo del 2014, la resolución del Tribunal de Justicia de la Unión Europea de considerar a las personas físicas su derecho al olvido. Consiste en solicitar a los buscadores Web que retiren determinados resultados de las consultas vinculadas con el nombre de la persona solicitante si la información en cuestión es "inexacta, inadecuada, irrelevante o excesiva". A la hora de decidir qué resultados van a retirar, los buscadores deben tener en cuenta si existe interés público en que dicha información siga apareciendo en los resultados de búsqueda.
Finalidad de las palabras
Orwell en su ensayo Palabras nuevas, de su libro “El poder y la palabra: 10 ensayos sobre lenguaje, politica y verdad”, reflexionaba que “nuestro lenguaje es prácticamente inservible a la hora de describir cualquier cosa que ocurra dentro del cerebro”. Sin embargo, por fuera de el se encuentran los objetos que vemos y los sonidos que oímos, que son en sí mismos describibles, pero tan pronto como entran en nuestra mente se convierten en algo completamente diferente y del todo indescriptibles. En consecuencia, el autor concluía que “racionalizamos nuestra conducta, con mayor o menor deshonestidad”. Esto fue escrito a comienzos del año 1940.
Su prologista, Miquel Berga, profesor de literatura inglesa en la Universidad Pompeu Fabra y coordinador académico del Máster en estudios comparados de Literatura, Arte y Pensamiento, anotaba a mediados del 2017 que esa alarma de Orwell es “la impresión de que el concepto de verdad objetiva estaba desapareciendo del mundo y de que, en la práctica, la mentira se podía volver verdad”.
Entre ese lapso, Lynch y David Bogen, sociólogo en la Universidad de Boston, examinaron en 1989 la grabación en video de un segmento del testimonio del teniente coronel Oliver North ante los comités mixtos del Congreso estadounidense que investigaron el asunto Irán-Contra, durante el verano de 1987. Los profesores pudieron analizar la relación constitutiva entre el testimonio del teniente coronel y la narrativa maestra emergente reunida por los congresistas investigadores con base en previos documentos y declaraciones.
El argumento principal consiste en que “las diferencias analíticas entre las historias conversacionales y las historias convencionales se utilizan sistemáticamente en la generación de testimonios”. Este ejemplo es del tipo “paradoja del veráz”, ya que un mentiroso no es alguien quien siempre miente sino quien tiene la reputación de mentir con frecuencia y de manera notoria.
Es cierto que la mayoría de nuestros pensamientos conscientes, lógicos y verbales, son razonables. Para lo cual, gastamos esa parte de nuestra mente para solucionar cualquier problema básico intelectual, para adquirir la costumbre de pensar. Insiste Orwell en que “nos damos cuenta invariablemente que nuestras razones reales no podrán ponerse en palabras, aun cuando no tengamos deseo alguno de encubrirlas”. Por su parte, Berga describe que hay nuevos nombres en los análisis sobre el lenguaje político, que son usos perversos como los conceptos ‘hechos alternativos’, ‘posverdad’, ‘concepto orwelliano’. Quiza obedece a lo que proponía Orwell: inventar palabras nuevas con la misma intencionalidad con la que inventamos componentes nuevos para un motor de auto.
De manera que la crisis de salud mental en los adolescentes diagnosticados con depresión, ansiedad, trastornos alimenticios y ciberacoso que provendría del compromiso constante con las plataformas de medios sociales supera todo tipo de recursos públicos y de litigios. Radica en vez, en el rendimiento de la riqueza que se obtiene mediante la confianza, que se mantiene con base en la atención ilusoria y que genera una nueva al inventar palabras porque la razón probada no puede ser expresada. En fin, “los mentirosos y los veraces se vuelven indistinguibles para aquellos de nosotros que no creemos en sus afirmaciones”, según la paradoja del veráz del profesor Lynch.