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20 febrero 2025

Mentes cerradas ahogarían la libertad académica y el debate intelectual

Una investigación a docentes de Ciencia Política en países prósperos postindustriales reveló esta tripleta:  una generalizada inclinación de la ideología izquierda liberal que estaría aislando a los conservadores, una experiencia en los campus universitarios de empeoramiento a tolerar el debate abierto académico pluralista y una carencia de respecto por el sólido debate intelectual

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Se observa un consenso amplio entre los académicos de la disciplina ciencias políticas de Estados Unidos y de sociedades occidentales potentadas, sobre el deterioro de la libertad académica para enseñar e investigar. Ese escenario reflejaría la transformación estructural, tanto en educación superior como en la variación ideológica.

Así concluye la profesora de política comparada en Harvard durante tres décadas, Pipa Norris, en su documento de trabajo con docentes de ciencia política acerca de la 'cultura de la cancelación' en los campus universitarios.

La encuesta global “World of Political Science (WPS), 2019” obtuvo 1.245 respuestas recopiladas de profesores, quienes estudian o trabajan en 23 sociedades postindustriales. Como condición mediadora se efectuaron comparaciones por cohortes de nacimiento, por género y sondeos transnacionales en Alemania, Australia, Canadá, Estados Unidos, Italia, Nigeria, Países Bajos, Reino Unido, Rusia y Suiza.

La medición recopiló información entre el 3 de febrero hasta el 7 de abril de 2019, mediante un cuestionario en línea de Qualtrics sobre múltiples dimensiones de la vida y el trabajo profesional, incluidas peculiaridades sociales, prioridades del rol, orígenes nacionales, calificaciones, habilidades metodológicas y el subcampo temático de especialización. Incluso 22 ítems monitorearon la experiencia directa acerca de los cambios en la profesión durante los últimos cinco años y, otros tres aspectos de la vida académica se usaron para saber si habían mejorado, no habían cambiado o habían empeorado. Estos fueron: el respeto por el debate abierto desde diversas perspectivas, las presiones para ser 'políticamente correcto' y la libertad académica para enseñar e investigar.

Se preguntó a los encuestados: “A menudo se piensa que la vida académica está en estado de cambio. Utilizando la escala de 1 a 5, basada en su experiencia, indique si cree que la calidad de los aspectos de la vida académica ha cambiado en los últimos cinco años”. Dichos aspectos se enumeran en la sección resultados, más adelante.

La descomposición de la investigación sugiere varias proposiciones argumentales abiertas que surgen de la tesis de la cultura de la cancelación y describe las fuentes de evidencia. Validadas ante la prueba empírica de las encuestas al profesorado, se examinan afirmaciones del tipo: una ortodoxia progresista ha condenado a los contrarios al ostracismo, la libertad académica se ha limitado, el conformismo se ha fortalecido y el sólido debate intelectual se ha arrinconado.

Con base en los datos, se deduce que la experiencia personal de la cultura de la cancelación empeora y varía entre los académicos de ciencias políticas, según sean sus identidades ideológicas de izquierda-derecha, su cohorte de nacimiento generacional y su género, y el tipo de sociedad en desarrollo en la que viven, estudian y trabajan. Se han manifestado dos premisas, al respecto.

La primera tesis de la cultura de la cancelación se refiere a las identidades ideológicas de los politólogos a través de afirmaciones sobre sus valores y sus creencias predominantes en las culturas universitarias. Quiere decir que hay una idea enquistada entre el profesorado acerca de la hegemonía liberal que silencia las voces conservadoras. En efecto, la encuesta pionera representativa de 1958 de Paul Lazarsfeld, a gran escala con científicos sociales estadounidenses, demostró que los académicos tendían a ser más comprensivos con los valores liberales o de izquierda que la población general.

La radical y acalorada política universitaria de las décadas 1960 y principios de 1970 desencadenó más investigaciones sobre creencias y valores políticos en los profesores universitarios. Alrededor del 46% de los científicos sociales encuestados en 1976 se identificaron como de izquierda o liberales, el 28% como conservadores y el 26% como moderados. Este patrón no se limitó únicamente a los campus estadounidenses, pues ya había sesgos similares en Reino Unido en 1971.

En 2007 aquella evidencia se actualizó con otra encuesta a gran escala con profesorado estadounidense, “The social and political views of american professors”, demostrando que ─a pesar que muchos tenían opiniones moderadas de centro─ los conservadores y los republicanos siguen siendo relativamente raros entre los profesores de las universidades norteamericanas, especialmente en ciencias sociales. Más reciente, en 2016 se revisaron cinco importantes encuestas con académicos estadounidenses, realizadas desde 2000, y concluyeron que el porcentaje de conservadores auto-identificados oscilaba entre 5% y 15% en ciencias sociales y entre 4% y 8% en humanidades.

En Europa el análisis de datos agrupados de la Encuesta Social Europea 2019, “Are universities left-wing bastions? The political orientation of professors, professionals, and managers in Europe”, sugiere que los profesores de 31 países de la unión suelen ser más liberales y de tendencia izquierdista que otras profesiones equivalentes como abogados, arquitectos y médicos. Otro contraste evidencia que los valores y las actitudes políticas de los académicos frente a la redistribución económica y la integración en la Unión Europea están lejos de ser homogéneos.

En síntesis, el conjunto de estudios de la sociología de la academia desde finales de 1950 ha observado la generalizada inclinación de la izquierda liberal, al menos en las sociedades postindustriales. Se puede esperar que esto se perciba igual en la disciplina de ciencia política.

La premisa dos relacionada con la experiencia del empeoramiento de las libertades académicas manifiesta también el sesgo progresista en el campus, aun cuando no implica necesariamente intolerancia por el debate pluralista o que las opiniones contrarias no sean bienvenidas o que las ideas sean silenciadas. El análisis más fuerte ante la tesis de la cultura de la cancelación concierne a si se piensa que aquella práctica de conducta se ha deteriorado.

Asumiendo importantes limitaciones relacionadas con las insuficientes encuestas empíricas, la mayoría del profesorado liberal en los dos contextos geográficos delimitados puede acertadamente no ser consciente de cualquier sesgo hegemónico. Aún si lo reconociera, le resta importancia como problema grave. En antinomia, también se puede esperar que la minoría de académicos conservadores este más propensa a expresar preocupación por el deterioro de las libertades si tiene experiencia directa de la cultura de la cancelación. Podría, este grupo, estar más de acuerdo con las crecientes restricciones a la libertad de expresión académica, las presiones para la conformidad ideológica y la imposición de un discurso políticamente correcto.

En consecuencia, se reportan equivalencias entre Estados Unidos y el mundo próspero al comparar las experiencias del cambio de las condiciones de mejora o decadencia entre académicos auto-identificados como conservadores y liberales en ciencias políticas.

Resultados

Las invitaciones a los politólogos para participar de la encuesta de 2019 se distribuyeron a través de las redes sociales Facebook, Twitter y correos electrónicos; mediante la lista del boletín informativo del European Consortium for Political Research (ECPR) que agrupa doce universidades europeas; por las listas de la International Political Science Association (IPSA) ─fundada en París en 1949 bajo la égida de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO)─ y a través de asociaciones varias nacionales como Canadian Political Science Association (CPSA), Political Studies Association (PSA) de Reino Unido y Australia, y Rusia.

A grandes rasgos, los tres items acerca del respeto por el debate abierto, las presiones para ser políticamente correcto y la libertad académica para enseñar e investigar son indicadores válidos desde la experiencia sobre diversas afirmaciones de las tesis de la cultura de la cancelación, incluyendo que los campus universitarios han visto empeorar la tolerancia al debate pluralista y a los puntos de vista opuestos, existen presiones crecientes para ajustarse a las prevalecientes normas sociales (progresistas o liberales) y a formas de expresión en la educación superior. Adicional, hay percepción de estar reducidas la libertad y la autonomía académicas para que los académicos individuales persigan sus intereses a través de la enseñanza y la investigación.

Politólogos a la izquierda

La pregunta “En términos generales, ¿cómo se describiría usted habitualmente ante la ideología?” recogió 1.733 respuestas de politólogos en el mundo y 221 en EE.UU. Fue inicialmente diseñada en el cuestionario en una escala móvil (0 a 10), desde el más izquierdista (0) hasta el más derechista (10) pero para el análisis posterior, esa escala se simplificó en izquierda (0-5) y derecha (6-10). La distribución de datos mostró curvas normales con un sesgo positivo a la izquierda, de 0.495 en el mundo y de 0.737 en EE.UU. Ese enfoque seguiría mostrando la tendencia hegemónica de 1958.

La puntuación media de los encuestados en todo el mundo fue de 4,53 en la escala de 0 a 10. En total, la mayoría de los politólogos (58%) de todo el mundo se considera ubicados a la izquierda moderada del espectro ideológico, mientras que otro 14% se posicionó en la "extrema izquierda". Poco más de una cuarta parte (26%) de los politólogos de todo el mundo se posicionó como de derecha moderada, aunque al mismo tiempo menos del 2% se consideraba de "extrema derecha".

Por su parte, la media estadounidense fue de 3,16 en la escala de 0 a 10. Siendo dos tercios de los politólogos estadounidenses (65%) auto-considerados de izquierda moderada, un pequeño grupo adicional (15%) se consideraba de extrema izquierda. En cambio, en general una quinta parte (20%) se consideraba de derecha moderada y casi ningún encuestado se consideraba de “extrema derecha”.

Para la profesora Norris, la falta de diversidad intelectual en la cultura académica puede ser problemática dentro de la disciplina ciencia política, especialmente en áreas controvertidas como la política de raza, género, poder y desigualdad. El enfoque, por tanto limita perspectivas alternativas para cuestionar los valores normativos prevalecientes y las teorías empíricas integradas en la agenda dominante de la investigación.

Respeto al debate abierto y a la libertad académica

La distribución de las evaluaciones con base en la experiencia del respeto al debate abierto desde diversas perspectivas en la vida académica, indagó si aquella vivencia ha cambiado para mejor o para peor durante los cinco años anteriores. En general, se muestra una curva de Media igual a 3,16 (en la escala 1 a 5: mejoro mucho, mejoro poco, no cambio, empeoro mucho, empeoro poco).

Si se desglosa por la medida dicotómica de la identidad ideológica de izquierda-derecha, se observan algunas diferencias modestas. Los profesores de izquierda (36%) son más propensos a sentir que la calidad del debate sigue igual en los últimos años según su experiencia. Por el contrario, los profesores de derechas (15%) son ligeramente más proclives a creer que el debate abierto ha empeorado mucho con el tiempo.

La pregunta sobre libertad académica proporciona un indicador importante sobre la calidad de la vida intelectual y de los sentimientos de autonomía en la profesión docente e investigadores. La pluralidad más grande (49%) a la izquierda ideológica pensó que desde su experiencia, la libertad académica se había deteriorado “algo/mucho”. Otro tercio (35%) no informó cambios, mientras que una quinta parte (17%) respondió que la libertad había mejorado “algo/mucho”. Sin embargo, los profesores de derecha (39%) pensaban que la libertad académica se había deteriorado “algo/mucho”, y (36%) daba por hecho que había mejorado “algo/mucho”.

Presiones para ser políticamente correcto

Se preguntó a los docentes acerca de ¿cómo han cambiado las percepciones de las presiones para ser “políticamente correcto” en la vida académica, durante los últimos años? El concepto se refiere a la conformidad con las normas sociales predominantes, una forma de autocensura de palabras y acciones auténticas diseñadas para encajar y evitar el oprobio.

Este tema evidencia preocupación más clara y compartida por ambos lados del espectro ideológico. De nuevo, la pluralidad de encuestados auto-identificados a la izquierda (42%) informó que, en su propia experiencia, no notaba cambios con el tiempo.

No obstante, 45% de ellos y 60% de la derecha informó que estas presiones habían empeorado “algo/mucho” con base en su experiencia. Estas percepciones superaron la proporción en general que sentían más positivamente que estas presiones habían mejorado “algo/mucho” (14% y 19% en su orden, según la ideología).

Comparaciones transnacionales

Al comparar los diez países diversos citados al inicio de este contenido, con un mínimo de al menos 70 encuestados, se muestran experiencias notablemente similares especialmente en las democracias angloamericanas que comparten tradiciones históricas y semejantes sistemas de educación superior.

El patrón clasificado de académicos de derecha de ciencias políticas que reporta peores experiencias de la cultura de la cancelación es Canadá, Australia, EE.UU., Reino Unido, Países Bajos, Rusia, Alemania, Italia y Suecia, en menor medida. La excepción es Nigeria, donde no hay diferencias significativas entre izquierda y derecha.

Así mismo, en todos esos países excepto Nigeria, las respuestas a la pregunta sobre la experiencia de presiones para ser políticamente correcto muestran una distribución similar, con mayores experiencias de este tipo reportadas por académicos auto-identificados de derecha.

Conclusión

Pipa Norris expresa que existen genuinos motivos de preocupación frente a la evolución de la cultura de la cancelación, que parten de la crítica legítima a palabras y a hechos socialmente ofensivos hasta convertirse en erosión a la tolerancia de la disidencia, sofocación a la libertad de expresión e imposición de una tendencia progresiva de ortodoxia de izquierda entre administradores, profesores y estudiantes.

Los datos de la encuesta WPS confirmaron el sesgo de docentes de izquierda en la disciplina de la ciencia política. Sin embargo, el nivel de desequilibrio entre izquierda y derecha no se debe exagerar por cuanto la mayoría de los académicos auto-describieron su posición ideológica en el espectro político como “moderadamente izquierdista”, en lugar de “extrema izquierda” y algo más de la cuarta parte de los politólogos de todo el mundo se identificó como “moderadamente derechista”.

La evidencia del estudio presentado configuró un Índice de Cultura de la Cancelación resumido, donde se reflejan variación de dirección según el tipo de sociedad en comparación y crecientes restricciones a la libertad de expresión académica con base en la experiencia, presiones para el conformismo ideológico y la aplicación de un discurso políticamente correcto. Los modelos comparables sugieren que en Estados Unidos y en 23 sociedades postindustriales, los politólogos auto-identificados de derecha eran más propensos a informar sobre una experiencia personal de empeoramiento de la cultura de la cancelación, y quienes se identifican como de izquierda en 78 sociedades en desarrollo informaron el mismo deterioro.

A pesar de la poca evidencia comparada, lo anterior podría atribuirse a factores tales como: el papel del desarrollo socioeconómico y la modernización, los patrones de la libertad de expresión, la democratización y el tipo de régimen en cada sociedad, la polarización del partidismo político, el rol de las remotas tradiciones culturales y los contrastes estructurales en las instituciones y en las políticas de la educación superior.

Otra explicación plausible puede estar soportada en el concepto clásico de la “espiral de silencio”, desarrollado hace casi cuatro décadas por Elisabeth Noelle-Neumann, según el cual por miedo al aislamiento social o a la pérdida de estatus, las personas no expresan sus opiniones auténticas para evitar contrariar a las normas sociales predominantes. En verdad, valdría la pena fusionar esta teoría con la Cultural Backlash: retóricas populistas autoritarias que han alterado la política en muchas sociedades, como Donald Trump en Estados Unidos y el Brexit en Reino Unido que han socavado la confianza pública de la legitimidad de la democracia liberal.

Datos de encuestas transnacionales y de series temporales, incluidas las Encuestas de Valores Europeas y Mundiales, demuestran que los valores socialmente conservadores suelen seguir prevaleciendo como opinión mayoritaria en muchos países en desarrollo. Se incluyen actitudes, creencias y valores sobre cuestiones sociales como la división de los roles sexuales entre mujeres y hombres, las identidades de género no binarias, la homosexualidad y los derechos LGBTQ, las opiniones tradicionales sobre la sexualidad, la familia y el matrimonio, la importancia de la religión y los sentimientos de nacionalismo y nativismo.

En contraste, el equilibrio en la opinión pública ha ido cambiando gradualmente en dirección más liberal y progresista hasta convertirse en la opinión mayoritaria en muchas sociedades postindustriales ricas de Europa Occidental y de América del Norte. Tales cuestiones presionantes del cambio han sido los derechos LGBTQ, la secularización, la igualdad de género, la diversidad étnica y la inclusión racial. Esta alteración ha alcanzado a los grupos de vanguardia como la generación más joven de estudiantes y las poblaciones de profesores con educación universitaria.

Procesos bien documentados del cambio cultural generacional a largo plazo en muchas sociedades occidentales significan que la proporción de quienes sostienen valores tradicionales socialmente conservadores han experimentado un punto de inflexión en las últimas décadas, a medida que el grupo pasa del estatus hegemónico a uno minoritario en los campus universitarios y en la sociedad. En últimas, está aumentando la polarización ideológica y partidista.

Por último, con base en indicadores desglosados del índice compuesto, resaltan algunos contrastes observables importantes: dado el predominio del liberalismo progresista en los campus universitarios, los profesores de izquierda pueden simplemente no ser conscientes de la experiencia de sus colegas más conservadores y negar por tanto el problema. Otro tanto dejaría ver que la intensa polarización sobre cuestiones de identidad política los hace poco comprensivos con esas afirmaciones. Entre los académicos de ciencias políticas, puntualmente se observa un consenso más amplio sobre el deterioro de la libertad académica para enseñar e investigar, lo que puede reflejar modificaciones estructurales más amplias tanto en la educación superior como en los cambios ideológicos.

Auto-críticas a este estudio WPS consisten en que la encuesta está restringida a la disciplina ciencia política por lo que no se pueden observar generalizaciones similares en disciplinas como sociología, economía, psicología social; en humanidades y ciencias naturales.

Además, cierra la pregunta a los académicos sobre su identidad ideológica y su experiencia directa frente a los cambios en la profesión. Esa practica prolongada es inseparable de la práctica de las percepciones a la academia pues aquellas per se son importantes para la construcción social de la realidad.

En consecuencia, sería útil realizar otras mediciones para explorar experiencias más profundas como por ejemplo, si los politólogos conservadores sintieron que no habían sido designados o promovidos debido a sus opiniones políticas, si habían participado en la organización de eventos públicos que luego se cancelaron o si alguna vez se sintieron incómodos al hablar en reuniones de la facultad o en el aula debido a sus valores.

02 agosto 2021

Es el algoritmo creador de decisiones inconsistentes

Algunos empresarios, con base en auditorías, han ingresado el algoritmo en los procesos como el elemento más radical que reemplaza el juicio humano inconsistente de los profesionales

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Daniel Kahneman y Linnea Gandhi, profesores de psicología y ciencias del comportamiento, afirman que el estado de ánimo y el clima ambiental cambian las decisiones de una persona y califican como ruido a esa variabilidad causal de los razonamientos. La razón prima en que “la decisión es cuestión de juicios” y se apoya en el cómputo, que siempre devuelve el mismo resultado para un idéntico proceso según sea cualquier entrada.

Las decisiones humanas inconsistentes en los empleados de una misma organización son diarias, arbitrarias, insidiosas, poco confiables. Algunos trabajos estarían libres de ese ruido si tomamos algunos que valoran las existencias, estiman precios a bienes raíces, condenan a delincuentes, evalúan el desempeño del puesto de trabajo, auditan estados financieros, etc. No obstante, las actividades humanas que deben mantener estrictas reglas, que se limitan al juicio objetivo para así garantizan respuestas idénticas en casos idénticos, se pueden alejar de la consistencia o generar diagnósticos incorrectos. Quien toma decisiones coherentes las realiza con base en procedimientos y prácticas establecidas con normas precisas e información exacta pero la investigación académica ha confirmado que en muchas tareas aquellas decisiones no consistentes de expertos son volubles.

Existen dos fenómenos cotidianos relacionados con el impedimento a reconocer que el juicio de los demás contiene ruido: 

  1. los profesionales experimentados tienden a tener alta confianza para la exactitud de sus propios juicios y 
  2. aquellos experimentados obtienen, en consecuencia, gran estima de sus colegas por esa inteligencia.

Esta combinación (confianza -ego- y estimación -alter-) conduce inevitablemente a una sobre notoriedad del acuerdo. Es análogo a lo que ocurre con la apurada redistribución de los memes en las plataformas de medios sociales: las personas esperan que los pensamientos de los demás estén mucho más cerca de los suyos propios y los comparten, como resultado de ese proceso mental. El sociólogo alemán Niklas Luhmann afirmó que “la confianza humana se funda en la motivación atribuida a la conducta, y la conducta sentada en la experiencia -de la cual depende la confianza- debe aparecer como una expresión y reafirmación de la personalidad.”

Imaginemos que, luego de revisar un expediente de préstamo, empleados de alguna sucursal de un mismo banco dejen de seguir las mismas pautas corporativas y respondan distinto, de modo antojadizo, frente a lo causal. Aquella sucursal tendría entonces muchos clientes o ningún cliente afectado. Además de la propia reputación del banco. Ahora supongamos la situación de toma de decisiones por fuera de las pautas tecno-científicas o legales con médicos, jueces, directores de proyectos, en general con profesionales convocados a examinar, juzgar, orientar, construir, etc. guiados por la experiencia y el conocimiento tácito y por principios generales en lugar de reglas rígidas. ¿Es aceptado el rol de tomador de decisión si se espera que sus decisiones contengan invariable causal en sus juicios? Este fue el resultado al evaluar el examen de dos patólogos ante la gravedad de una biopsia: la correlación entre sus calificaciones fue de 0,61 (siendo 1 lo perfecto), baja pero indica que hicieron diagnósticos inconsistentes frente al mismo tejido examinado.

Otro tipo de variabilidad repetida en los juicios de los profesionales son contradictorios, entre los razonamientos previos y los siguientes para ocasiones diferentes. Sea este experimento estereotipo: se pidió a siete profesionales de desarrollo de software, en dos días distintos, que estimaran las mismas sesenta tareas para tres meses cuyo esfuerzo de trabajo se apoyara en procesos no mecánicos e inconscientes. El resultado obtenido fue que 6 de las sesenta tareas se estimaron 2 veces. Es decir, una misma información presentada al mismo individuo en diferentes ocasiones produjo distintas estimaciones de esfuerzo. Para los autores de la prueba, ingenieros del "Simula Research Laboratory" de Oslo, “el alto grado de inconsistencia en las estimaciones de esfuerzo para la misma tarea en los profesionales del software, medida por un mismo estimador, arrojó una diferencia promedio de hasta 71%”.

La primera proposición inevitable de las decisiones humanas inconsistentes es que los profesionales, a menudo, toman decisiones que se desvían significativamente de las de sus pares, de sus propias decisiones previas y de las reglas que ellos mismos afirman seguir. Una causa de lo invisible de este ruido en esa clase de toma de decisiones es que las personas no pasan por la vida imaginando alternativas plausibles para cada juicio que realizan.

Tipos de ruido y de correcciones

Los experimentos a varios profesionales independientes en auditoría al ruido o en evaluación, ante algunos casos reales, han llevado a considerar que existen en el mundo real dos tipos de ruido: la variabilidad de ocasiones -como las decisiones que varían cuando el mismo caso se presenta más de una vez al mismo individuo-, y la variabilidad entre profesionales en el mismo rol quienes toman decisiones diferentes. A decir desde la sociología, según Luhmann, se trata de “evidenciar la confrontación que las uniones permiten: entre causas diversas con el mismo efecto o entre efectos diversos con la misma causa”.

Para modificar el primer tipo de ruido (la variabilidad de ocasiones), la operación más simple para la toma de decisiones es la lista de comprobación. De modo que chequear fomenta un enfoque coherente ante las determinaciones. Por ejemplo, si la sentencia a un expediente emitida por un funcionario está influenciada por su estado de ánimo o si la calidad del solicitante de un préstamo reemplaza el juicio humano inconsistente.

Para el segundo tipo de ruido (la variabilidad entre individuos con el mismo rol) el recuento ya no será tan simple pues se debe explorar la indulgencia o la cautela del tomador de la decisión. Aquí los humanos seguimos teniendo representación importante ante la acción correctiva mediante el seguimiento frecuente a nuestras decisiones o la exploración imparcial que resuelva diferencias. Es decir, la confianza humana sigue ubicada en el nivel más alto desde el cual se describen los objetivos de las decisiones como comprender el pensamiento individual, aumentar la optimización de las herramientas y mejorar la comunicación entre pares.

Entonces, ¿qué pasa con las predicciones y las decisiones asumidas mediante el algoritmo? Ante todo un algoritmo está creado para optimizar el tiempo de atención y “la atención se obtiene a través del miedo, ansiedad, lujuria, con todo lo bajo de las pasiones humanas: enojo, envidia, debilidad...” sostiene Martin Hilber, Ph.D en Comunicación de la Universidad del Sur de California y Doctor en Economía y Ciencias Sociales de la Escuela de Economía y Ciencias Sociales de Alemania. Esta es una visión determinista ya que considera al algoritmo un fin que existe por fuera de los procesos sociales del entorno de las relaciones humanas.

Para David Beer, del Departamento de Sociología de la Universidad de York (Reino Unido), por su parte, “el algoritmo se convierte en fuente de preocupación política, con datos en funcionamiento mediante decisiones algorítmicas.” Se trata, por el contrario, de procesos sociales que modelan el mundo social y se incorporan al sustrato del código informático. Estaría esta visión más cercana a la consistencia humana pues a fin de cuentas el desarrollo algorítmico tiene que ver más con los productos de la mente a partir de un contexto social.

El algoritmo: regla razonada

En consecuencia, estamos más propensos a considerar el concepto de algoritmo como fórmula predictiva, fundamentada en el razonamiento del sentido común. Siendo así, ese modelado del mundo social se entreteje con las prácticas y con los resultados de los individuos, quienes permiten o no la circulación de los datos, la modificación y la re-codificación con el propósito de ajustar los fines.

Para quienes no han desarrollado software, la construcción de un algoritmo parece desalentador. Es cierto que un algoritmo recibe datos de entrada pero basta un pequeño número de casos o ningún dato de resultado absoluto. Lo primordial son las reglas del sentido común, reglas razonadas, que se aplicarán a los datos ingresados. El factor clave de éxito de estas fórmulas es que sus resultados estén exentos del ruido.

Los estudios han demostrado que el algoritmo es la decisión correcta siempre que el criterio único sea evitar los errores. Obvio, no lo será, cuando los entendimientos profesionales sean ruidosos como las prácticas de juicio o las decisiones que implican múltiples dimensiones o dependan de la negociación con la contra parte. Por ejemplo, conducir vehículos.

La construcción de una regla razonada comienza con la selección de pocas variables cuya condición sine qua non es que incontrovertiblemente sean relacionadas con el resultado a predecir. Digamos: si el resultado es el impago del préstamo, los activos y los pasivos se incluirán en la lista de chequeo. La siguiente actividad es asignar a esas dos variables el mismo valor en la fórmula de predicción, estableciendo su signo según la dirección lógica (positivo para activos, negativo para pasivos). La regla razonada se puede construir con unos cuantos cálculos simples, a saber: los activos son superiores a los pasivos por tanto la decisión matemática es aprobar la diferencia del valor pero si el solicitante del préstamo ha sido detenido por orden judicial la decisión humana será revertir el proceso del estudio bancario.

La segunda proposición necesaria afirma que donde existen juicios humanos habrá ruido, difícil de apreciar, y como regla general, la confianza es el lugar propicio para hacer conjeturas sobre la fiabilidad de los juicios humanos: oscilar entre un Alter y un Ego.

Influencias del algoritmo en decisiones políticas

Aun cuando no existe suficiente investigación académica sobre cómo los algoritmos pueden influir en las decisiones y actitudes de las personas, los profesores de la Universidad de Deusto (España), Agudo y Matute, realizaron 4 experimentos para examinar si los algoritmos pueden persuadir a las personas, de forma explícita o encubierta, en el evento previo a unas elecciones.

El resultado del estudio concluyó que i) la persuasión es posible, ii) hay diferentes estilos de persuasión, iii) los estilos de persuasión son más efectivos si dependen del contexto de la decisión y iv) es importante educar a las personas para que no sigan ciegamente los consejos de los algoritmos y desconfíen de su coherencia encubierta.

Los juicios de recomendación entre las personas parecieran que están en desuso ya que la Inteligencia Artificial (IA) ha superado esta habilidad humana. La cultura de la creencia más fácilmente ahora acoge los consejos de anónimos o de extraños que los de contactos cercanos; rápidamente redistribuimos contenido en las plataformas de medios sociales acerca de qué comprar, dónde comer, con quién salir, a dónde ir... Para expertos como Shyam Sundar, profesor en el Colegio de Comunicaciones de la Universidad del Estado de Pensilvania, los juicios desde la IA son 'sesgos de máquina' y se asumen porque fungen como objetivos, eficientes y confiables. No obstante, pocos consumidores de aquel sesgo caen en la cuenta que están siendo manipulados por los desarrolladores del algoritmo y por las empresas que orientan la toma de decisiones importantes para que a ellas les afecte.

Frente al abuso y a la moderación de la manipulación desde las plataformas digitales de medios sociales existen iniciativas institucionales. En la Unión Europea se conoce el documento público “Directrices éticas para una IA confiable”, creado en junio de 2018, con el propósito de promover una inteligencia artificial fiable apoyada en 3 componentes: a) debe ser lícita o cumplir todas las leyes y reglamentos aplicables; b) debe ser ética para que garantice el respeto de los principios y valores éticos; y c) debe ser robusta, tanto desde el punto de vista técnico como social, puesto que los sistemas de IA, incluso si las intenciones son buenas, pueden provocar daños accidentales. Otros estudios dan cuenta que con la IA se puede usar una heurística (adaptabilidad) e inferir los errores sistemáticos y predecibles como el sesgo humano con el propósito de manipular de modo sutil las decisiones humanas. Los votantes de Estados Unidos, por ejemplo, han tenido fuerte influencia que modifica su comportamiento para los periodos de elecciones de Congreso y de Presidencia desde el año 2010.

El vocablo heurística en la psicología de la persuasión no es más que la tendencia reiterativa de imitar el comportamiento de la mayoría y de los amigos (confianza) aun cuando a veces manipule el pensamiento y el comportamiento a favor de los intereses de terceros. Esta tendencia es un atajo del pensamiento que nos evita el desgaste de energía al pensar y con la que emitimos rápidas respuestas ante la demanda de un entorno. La reacción más longeva en la historia de la supervivencia del homo sapiens ha sido correr del peligro antes que recopilar datos necesarios para enfrentarlo.

Otra manipulación con impunidad en momentos de elección política popular se genera en las búsquedas por Internet de candidatos que los expertos han denominado 'efecto de manipulación del motor de búsqueda'. Con el algoritmo de búsqueda se manipulan las clasificaciones de los resultados en las bases de datos, mostrando preferencias que benefician y/o afectan a los diferentes candidatos políticos y, por supuesto, generan impacto significativo ante las decisiones de los votantes. Al respecto Robert Epstein y Ronald Robertson, del Instituto Americano del Comportamiento, Investigación y Tecnología de California, realizaron 5 experimentos controlados aleatorios, con doble ciego, con un total de 4.556 votantes indecisos quienes representaban diversas características demográficas de las poblaciones votantes de Estados Unidos e India. Sus resultados demostraron que el sesgo de clasificación de la búsqueda puede cambiar las preferencias del voto en los ciudadanos indecisos en 20% o más y que ese sesgo de clasificación puede ser enmascarado para que la gente no sea consciente de la manipulación.

Una segunda consecuencia de la manipulación con impunidad es que se aumenta la familiaridad de algunos candidatos políticos para inducir mayor credibilidad. Para Georgios Abakoumkin, de la Universidad de Thessaly (Grecia), su investigación examinó la relación entre las preferencias de elección y dos claves periféricas: “el orden de presentación y la familiaridad”. La evidencia relevante condujo principalmente al denominado efecto de primacía, es decir los primeros candidatos en la lista de resultado de la búsqueda tenían ventaja sobre los candidatos mostrados posteriormente pero la familiaridad del político en las preferencias de voto parecía bastante limitada.

Finalmente, una tercera proposición apodíctica sentencia que la manipulación se ejecuta a través de sutiles estrategias de influencia que generan sesgos cognitivos. Estos reducen nuestro pensamiento crítico. Con la influencia del algoritmo, el comportamiento humano pasa desapercibido y lleva a las personas a sentir que han tomado una decisión libre, aunque estén actuando en contra de sus propios intereses.